Fuente: www.rollingstone.es
Dave Grohl (42 años) es el hombre más simpático del rock. O al menos así lo definen en la revista inglesa Q, poco antes de que su banda, Foo Fighters, publique su décimo disco, Wasting light.
Él se explica: “Cuando me mudé a Olympia (Washington) para vivir con Kurt Cobain, la escena de punk rock era claustrofóbica. A todos entonces les aterrorizaba hacer algo mal. A mí no. Yo era músico. Adoraba a los Dead Kennedys, Bad Brains, NoMeansNo y toda la escena punk. Pero también me gustaban Foghat, Motörhead, Venom e incluso Abba. Yo puedo ser a la vez amigo de los Jonas Brothers y de Bob Mould (de Hüsker Dü). Siempre fui así”.
David Fricke, respetado crítico musical de ROLLING STONE, explica el significado de la canción I should have known, incluida en Wasting light: “Grohl no menciona en ningún momento al fallecido líder de Nirvana, pero resuena su ausencia“. Es cierto, y él mismo lo confiesa: “De lo que más me arrepiento en mi vida es de no haber salvado a Kurt Cobain y a Jimmy (Swanson, un amigo de la infancia de Grohl, que murió de una sobredosis en 2008)”. También revela que su mayor miedo es perder a su hijos, que su única meta es ser longevo y qué es lo último que piensa antes de dormir: “A qué hora me tengo que levantar. Hago cuentas: a ver, son las 22.45 y me tengo que despertar a las 5.00. Eso, o sexo”.
Y por último, desvela su pasión por los quesos (sí, has leído bien). Incluso se atreve a recomendar sus tres tipos preferidos, como un auténtico gourmet: morbier, cheddar y stinking bishop. “Morbier es el rey. Es un queso suave con una línea de ceniza en medio. No es muy intenso, así que está recomendado para la gente que no le gusta el queso fuerte. El queso cheddar es bastante simple. Hay un tipo en Wisconsin que lo hace con sal cristalizada dentro. No sé por qué, si es parte del proceso o no. Pero esa yuxtaposición le va genial. Y el stinking bishop (la traducción literal sería: obispo apestoso) es el queso más fuerte que he probado nunca. Lo compré en Londres. Sabe a cadáver, y me puedo imaginar de quién. Puse un trozo en el mini bar de un hotel y cuando volví la habitación olía como una morgue. Era repugnante, pero me lo comí”.