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El libro de la vida: más allá de la animación

Producida (y apadrinada) por Guillermo del Toro, El libro de la vida es un largometraje que salta a la vista desde que observamos su arte.

Por Luis Bond

Aunque parezca mentira, y a pesar de su vieja data, la animación es uno de los pocos terrenos casi vírgenes dentro del mundo del cine. Dejando a un lado todo el trabajo artesanal de los dibujos en 2D, las películas de animación por ordenador le permiten al realizador una infinidad de posibilidades a nivel narrativo por explorar. No es casualidad que las grandes sorpresas de los últimos años de la historia del cine se hayan gestado en propuestas de este tipo. A pesar de esto, recientemente la animación que llega a cartelera se ha limitado en innovar en el campo de la tecnología y muy poco en el de la estética. Esta intoxicación de la técnica por la técnica ha traído como consecuencia películas con gráficos más reales (con detalles que rayan en la locura, como animar cientos de cabellos de un solo personaje), pero que descuidan muchas veces el corazón de la historia o que se quedan en una zona de confort en cuanto a riesgos estéticos, perdiendo por completo las infinitas posibilidades de expresión que este género ofrece. Tomando los avances como un fin y no como un medio expresivo, se han creado franquicias que se repiten a sí mismas, dejando a un lado la innovación -muchas veces narrativa, en otras estética- que otrora las catapultó a la fama. Dentro de los pocos largometrajes que han sabido utilizar la tecnología a su favor para desarrollar algo único en su género nos encontramos con El libro de la vida, una película con una historia divertida, una estética única y que sobresale de otras propuestas animadas por su personalidad en todo sentido.

La historia comienza en México, específicamente durante el día de los muertos, cuando La Katrina (la deidad de El mundo de los recordados, un sitio donde las personas fallecidas siempre están de fiesta) y Xibaba (la deidad de El mundo de los olvidados, un lugar oscuro y triste donde desaparecen las almas de los muertos que nadie recuerda) deciden apostar sus respectivos reinos al ver a dos chicos enamorados de la misma chica. Estos jóvenes son Joaquin y Manolo, un par de amigos inseparables que luchan por conquistar a Manuela, la chica más linda del pueblo. El tiempo pasa y los 3 amigos crecen, transformándose Manolo en un torero y cantante, Joaquín en el héroe del pueblo y Manuela en toda una señorita hermosa e inteligente. Ambos amigos lucharán por el amor de su chica sin imaginarse las repercusiones sobrenaturales de su romance. Así se desarrolla una historia llena de humor inteligente, varios mensajes entrelíneas necesarios para los más pequeños y un par de recordatorios para los más grandes. Una doble lectura que la eleva, transformándola en algo más que una simple historia para niños y que nada tiene que envidiarle a otros títulos geniales de este año como Lego: la película y Cómo entrenar a tu dragón 2 (ambas fuertes candidatas para los premios de la Academia).

Producida (y apadrinada) por Guillermo del Toro, El libro de la vida es un largometraje que salta a la vista desde que observamos su arte (ya sea en el trailer o en su poster) al poseer una estética bastante llamativa. Esto se debe gracias a que la animación de toda la película se inspira en las calaveras típicas de la cultura mexicana que decoran El día de los muertos (la festividad más importante de dicho país). A esto se suma la frescura de su director y guionista, Jorge R. Gutierrez, quien se estrena en la pantalla grande (aunque apoyado en una larga trayectoria como guionista y artista de dibujos animados), teniendo una narrativa con mucha personalidad. La dupla Del Toro-Gutierrez funciona a la perfección al ser ambos compatriotas y saber cómo explotar su cultura y compartir cierto estilo narrativo. De esta manera, El libro de la vida tiene un sabor único y local, pero planteando conflictos universales, haciendo que cualquiera pueda conectarse con ella. El resultado es una película que derrocha personalidad estética y argumentativa; es divertida y, al mismo tiempo, profunda; sabe como balancear su look con su contenido, dándonos una experiencia redonda en todo sentido. Por todo esto, El libro de la vida  logra posicionarse como una de las mejores apuestas del año en el terreno de la animación. Una bocanada de aire fresco que nos recuerda la importancia de conectarnos con nuestras raíces, exaltando el sabor de lo local en un mundo tan globalizado como el que vivimos.

Lo mejor: la estética de toda la película es súper original, desde el diseño de los personajes hasta los escenarios. Sus momentos políticamente hablando incorrectos. Todos los covers de canciones famosas en su soundtrack. Las múltiples lecturas que nos deja el relato entre líneas.

Lo malo: pasa tan rápido que quedas un poco picado y con ganas de ver más de El mundo de los recordados y El mundo de los olvidados. Aunque el doblaje al español fue perfecto, cuando ves el cast que hace las voces originales quedas con la curiosidad de verla en inglés y subtitulada.

Veredicto: en un mundo donde las películas animadas se ha convertido en innovar en gráficos y se ha dejado a un lado la historia y la estética original, El libro de la vida nos recuerda las posibilidades del mundo de la animación. De lo mejor del género de este año. Le doy 5/5.

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