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5 años sin el Rey del Blues- El día que le di la mano a B.B. King

A cinco años de su partida, te cuento cómo era B.B. King en concierto y lo que tuve que hacer para poder tocar al Rey del blues.

Bajé corriendo desde el balcón del segundo piso del Fox Theatre a la planta baja. El concierto ya había terminado y B.B. King tenía como 10 minutos de estar repartiendo pajuelas de guitarra, firmando autógrafos y estrechando sus manos con la gente, mientras la banda hacía un jamming de despedida que podía terminar en cualquier momento. Las posibilidades de que pudiera acercarme a él eran mínimas. Nulas.
Esa fue una noche apurada. Compramos las entradas menos de 24 horas antes, salimos tarde de la casa, atravesamos el tráfico de Atlanta volando y llegamos de vaina. El Fox Theater más que un teatro es una institución. Desde 1929 ahí se ha presentado desde Tony Bennett hasta Smashing Pumpkins. Toda su decoración es original de la época, pero lo que nos dejó más impresionados fue su techo: una cúpula iluminada que recrea una noche a cielo abierto en un coliseo.

Los músicos de BB King fueron apareciendo en el escenario, y a la seña de James “Boogaloo” Bolden -su trompetista desde hace más de 30 años-, empezaron el primer jamming. Uno a uno fueron haciendo sus respectivos solos y animando a la gente. B.B. King debería entrar por algún lado, pero nada. Incluso empezaron el segundo jamming y nada que aparecía.

Solo cuando terminaron pudimos escuchar a Boogaloo decir: “Ladies and gentleman, give me a round of applause! Let’s welcome to this stage the king of the blues… B… B… KIIING!”. En esta parte debo confesar que sufrí del mal de “fan de Menudo” que siempre me da en estas ocasiones. Pero la euforia no fue solo mía, sino de las 3 mil personas que estaban de pie recibiendo al Rey.

Foto: Dan Harr – www.musicnashville.com

El cuento de que B.B. King es el “Rey” no es cosa de marketing. Lean bien y en mayúsculas: ES EL REY ABSOLUTO. Todos lo recibimos de pie, con la cabeza ligeramente agachada. En el medio del escenario le espera una silla, o más bien un trono, de donde no se levanta en toda la noche, y ante la nota más breve los plebeyos aplaudimos y le hacemos reverencia, sin importar cuál sea.

Ah, y le reímos todos los chistes. Lo mejor que tiene B.B. King, además de Lucille (su guitarra), es su humor. Entre canciones, y a veces en medio de ellas, de pronto se soltaba a echar unos cuentos insólitos que destornillaban a todo el mundo. Desde que decidió hacer dieta hasta cómo, a sus 86 años, ya había olvidado el nombre de los músicos que tocan con él. Como él mismo dijo, “soy uno de los pocos músicos de blues a quien todavía le gusta divertirse”.

A veces se extendía demás, y nos preguntamos ¿bueno, y cuándo va a tocar? Mi hermano Simón Antonio hasta se durmió en un momento. Pero B.B. King no dejó de entretenernos ni un segundo durante 1 hora y 40 minutos. Cada vez que agarraba a Lucille para hacerla sonar, nos derretía, nos silenciaba, nos mataba. Y cuando le tocaba cantar, cerraba sus ojos y guindaba su voz del techo estrellado del Fox Theater. Esperé más de 20 años para poder escuchar The Thrill Is Gone, Key To The Highway, Guess Who y todas las canciones que un día me llevaron a conocerlo y a ponerme de rodillas ante su majestad. Pero esta noche me llevaría mucho más allá.

Foto: Dan Harr – www.musicnashville.com

Cuando B.B. King empezó a repartir las pajuelas, mi sugirieron que bajara corriendo a tratar de agarrarme una. Pero entré en duda de con quién dejar el micrófono, la cámara y las cosas que había llevado para registrar el concierto. Además, yo tenía entrada de Balcón, no de Patio, podían rebotarme, conseguirme un problema por colearme…

Pasaban los minutos y B.B. King ya se iba. O yo hacía algo, o me iba a arrepentir. Así que de una y sin pensarlo solté los aparatos y volé por las escaleras hacia abajo. Al entrar al salón corrí hacia la primera fila, pero habían puesto una barrera de sillas como a 5 metros de la tarima. Y desde ahí lo vi de cerca por primera vez. Medía como 3 metros, llevaba un sobretodo negro como capa, y un sombrero por corona. Era B.B. King, mi gran amigo de noches de blues infinitas.

Foto: Andrés Eloy Do Couto

No sabía qué hacer ¿me quedo aquí? ¿Me devuelvo? Pero vi que la gente se brincaba las sillas sin problema y los seguí. Me fui metiendo poco a poco pidiendo permiso, “disculpe, disculpe”, y haciéndome espacio llegué lo más cerca que pude. Entonces estiré mi mano para llamar su atención, él volteó y me vio a los ojos. Primero me dio su mano y luego se sacó una pajuela del bolsillo y me la regaló.

Foto: Andrés Eloy Do Couto

Y entonces pude morir tranquilo.

Minutos después, la familia tuvo que ir a sacarlo de la tarima. El quería seguir tocando. Cuando le dijeron que se había acabado el tiempo, respondió “¿justo ahora que estoy entrando en calor?”.

Empeñado en llevarme un set list de recuerdo, le grité a su bajista, Reggie Richards, si tenía uno que me regalara. Me respondió que ellos no usaban eso ¿Cómo que no tienen setlist? ¿Estos tipos tocaron casi dos horas sin tener la menor idea de qué iban a tocar? Después, escuchando el audio que grabé del concierto me di cuenta que B.B. King nada más les da una pista con una o dos notas, y ellos la agarran de ahí y la descosen. Hay que ser muy macho para hacer algo así.Ya afuera, nos encontramos con los músicos de su banda y tuvimos el honor de tomarnos fotos y que nos regalaran sus autógrafos. Qué manera de ser gente la de estos caballeros. Después esperamos casi una hora a -2º centígrados a ver si el Rey salía y nos sacábamos una foto con él. Pero nunca ocurrió.

James “Boogaloo” Bolden

Fue una noche histórica. Para mis hermanos Andrés Eloy y Simón Antonio (@el_couto y @elportuguej en Twitter), este fue su primer concierto serio. Hoy en día pueden decir que vieron a B.B. King cuando estaba vivo, mientras sus amigos están pendientes de un perreo. Y por mi lado, cerré una etapa de mi vida que empezó cuando escuché “Sweet Sixteen” por primera vez en la radio, cuando tenía 12 años.

Hoy, a 5 años de su partida, lo extraño como a los buenos amigos que se van. Porque él era el Rey de todos, pero para mí era mi amigo B.B. King.

Foto: Henrique Do Couto

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