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Appetite For Destruction

Guns N Roses era una banda destinada a conocerse y hacer juntos por lo menos un disco. Y con esa alineación, sólo un disco fue lo que hicieron: Appetite For Destruction, el antes y después de una época que no volverá…

Por Henrique Do Couto

Por: Henrique Do Couto
Twitter: @djbagre

Appetite For Destruction – Guns N Roses
1987
Geffen Records

Guns N Roses era una banda destinada a conocerse y hacer juntos por lo menos un disco. Y con esa alineación, sólo un disco fue lo que hicieron: Appetite For Destruction, el antes y después de una época que no volverá… gracias a Dios.

Appetite… es el diario de aventuras, estupideces y contradicciones de una banda con cinco músicos de calidad y espíritu único, que gracias a su exceso de drogas y alcohol no sabían cómo entenderse ni cómo llevarse, pero lo hacían. Los Guns no tenían miedo ni vergüenza de ser ellos mismos. Y con Appetite… lo dejaron bien claro.

Este disco metía miedo desde que lo agarrabas. La portada (dependiendo de cuál versión compraras) te salpicaba con una cruz de calaveras o con un robot apocalíptico que acababa de violar a una mujer. Si sobrevivías a estas imagenes, por el otro lado te los encontrabas a ellos tirados en el piso, tan entregados a la decadencia que no sabías si era en serio o se estaban burlando de ellos mismos. Axl es el único que sale de pie en la foto. No era una casualidad, era una profecía.

Adentro te esperaban 12 canciones listas para escupirte en la cara, patearte en las bolas y cagarse de la risa. Sólo que se reían de ellos mismos. Unas son vulgares confesiones, como “Mr. Brownstone” sobre su adicción a la heroína, o “Nightrain” al vino barato que compraban con el dinero de sus novias. Pero otras son sencillamente un chiste: “It’s so easy” es el cuento de Izzy sobre lo fácil que puede llegar a ser conseguir alcohol, drogas, mujeres y jalabolas una vez que estás montado en el tren… y de lo difícil que es después quitártelos de encima.

Pero fueron tres piezas las que le dieron significado y sentido a este disco: “Welcome To The Jungle”, que narra el primer encuentro de Axl con Nueva York; “Sweet Child O’Mine”, la balada que pensaban que era de relleno y que terminó salvándoles la vida a su disco, a ellos y a la disquera; y “Paradise City”, que demostraba lo que Guns era capaz de hacer, con el intro más recordado después de “We Will Rock You” y un final sin frenos.

Appetite…  fue para la época lo que el Nevermind de Nirvana y el Life Is Peachy de Korn: vino a decir quién mandaba en la casa y cómo se debían hacer las cosas de ahora en adelante. Se convirtió en el disco que representó a la generación de esa década, te gustara o no (tal como Guns hacía las cosas). De hecho, comprarse Appetite For Destruction era símbolo de que eras un tipo peligroso, atrevido, de cuidado, con el que no era bueno juntarse, no te fuera a poner una canción de esas y te volvieras loco. Verídico. Pregúntale a tu primo o a tu hermano si tienen casi 30 años o más.

Appetite… es el Izzy Stradlin más añorado, es Steven Adler “el mito”, la nota más alta de Slash, el Duff punketo de Seattle, la vena en la garganta de Axl a punto de explotar.

Pero si algo es Appetite For Destruction, es el Guns que fue y que no volvió a ser jamás.

 

Written By

Periodista radicado en Madrid.

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