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In Rainbows – Radiohead

Era inevitable, nada dura para siempre. El nuevo y muy anticipado séptimo trabajo de Radiohead, In Rainbows, los encuentra en la suave cuesta descendiente que recorren “aquellas buenas bandas de siempre”, los actos sobrevivientes del grunge y otras guerras sónicas, que incluso en estos días de EMO y revival ochentoso nunca nos fallaban, y que de repente nos sonaron tan, tan, adultos. _br__br_Sí, esas mismas: Pearl Jam, Foo Fighters, REM y muchas otras (se salvan un tanto U2, que refrescó su faceta pop-rock en How To Dismantle An Atomic Bomb, y los Red Hot Chilli Peppers, que con Stadium Arcadium lograron uno de esos colosales trabajos que tienen “un poco de todo y para cada gusto”, conjurando algo parecido a madurez melódica sin sacrificar demasiado su energía ruidosa). No sé que tipo de inteligencia o dignidad creativa mantenía a estos grupos vigentes, pero aún después de su gran momento mantenían un sabor propio, para ciertos paladares, hasta que de repente se volvieron demasiado digestibles, tan aceptables para todos como un pan tostado, e igual de dispensables para saciar el hambre musical más brava; demasiado…¿bien educados? Como si divertirse fuera un obstáculo para tener reputación._br__br_No es que lo que Thom Yorke, Jonny Greenwood y el resto de la banda hacen siempre haya sido ligereza, más bien no falta quien al escuchar “Sail to the moon”, “Karma police” e incluso “Nice dream” pregunte “¿y ese por qué llora?”, así que serios han sido, a pesar de lo insufrible que puede resultar una banda de rock con poses de víctima o de poetas malditos. Pero a Radiohead se le perdona más que a cualquier otro toda esa revolcadera desconsolada de sus letras y sus aires de “profetas de la alienación de la tecnología moderna” -la cual emplean con entusiasmo para su beneficio al grabar discos-. ¿Por qué pasa uno esto por alto? No lo sé ¿Suenan verdaderos? ¿Nos han roto los esquemas? ¿Fue “Creep” demasiado “tripa”? La cosa es que nunca sonaban ni demasiado fáciles ni rebuscados; ahora, nos encontramos con el primer trabajo post OK Computer con el que luego de una primera duda uno se dice “vamos a escucharlo otra vez a ver qué tal”._br__br_Yorke dijo hace un par de años de este disco que significaría un replanteamiento, que surgirían “como algo completamente diferente, irreconocible”, y en parte no mintió, aunque la verdad no es para tanto el drama. Este es un disco light con vena de piano bar y bossa nova de cámara…uno diría que para digerirse en relax. Esa mortificación existencial de la banda fue purgada y la experiencia final es tan amigable que hasta los padres y tíos de los fans regulares de la banda podrán encontrar placer en este trabajo. Y con el lamento se evaporaron las atmósferas de psicodelia desorientadora; lo alucinante aquí no existe más que en dosis pequeñas y moderadas, como si tuviéramos una ligera borrachera de vino y nada más. Los demonios huyeron como ante un chaparrón de agua bendita, los temores se superaron…Bien, eso es madurar, crecer, hacer las paces con uno mismo, pero ¿porqué codearse con lo conservador? In Rainbows tiene un lejano “tumbao” a pop adulto contemporáneo; yo casi me los imagino dentro de una década tocando con esos públicos que solemos ver en los conciertos de jazz fusión en pequeños anfiteatros y festivales musicales. _br__br_Suena a descarga, pero no lo es del todo. In Rainbows es un disco elegante, con cierta inspiración, pero carente del arrebato hipnótico de la banda; no suena peligroso ni amenazante…un universo musical “sin alarmas y sin sorpresas” como anhelaba Yorke. ¿Realmente lo deseaba? Luego de “15 steps” y su sorpresivo juego percusivo, uno espera un trabajo lleno de ideas inesperadas: un cambio repentino de ritmo, un efecto exorbitante aquí y allá, una cascada repentina de sonidos electro acústicos nunca antes escuchados. Pero el terreno es plano de allí en adelante, como si sobre una batería ligeramente repetitiva uno añadiera de cuando en cuando retazos de composición. Tiene su gracia el disco, y hasta puede pasar por enigmático y refinado a partes iguales; posee incluso muchos buenos arreglos y melodía, pero todo plano, sin marea sónica o emocional, salvo por el fallido “Bodysnatchers”, un nada inspirado intento por demostrar que aún son rockeros, pero que no es más que un mero riff guitarroso sin identidad, con una melodía a medio cocinar y muy repetitivo. Algo falta, algo falta.

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Era inevitable, nada dura para siempre. El nuevo y muy anticipado séptimo trabajo de Radiohead, In Rainbows, los encuentra en la suave cuesta descendiente que recorren “aquellas buenas bandas de siempre”, los actos sobrevivientes del grunge y otras guerras sónicas, que incluso en estos días de EMO y revival ochentoso nunca nos fallaban, y que de repente nos sonaron tan, tan, adultos.

Sí, esas mismas: Pearl Jam, Foo Fighters, REM y muchas otras (se salvan un tanto U2, que refrescó su faceta pop-rock en How To Dismantle An Atomic Bomb, y los Red Hot Chilli Peppers, que con Stadium Arcadium lograron uno de esos colosales trabajos que tienen “un poco de todo y para cada gusto”, conjurando algo parecido a madurez melódica sin sacrificar demasiado su energía ruidosa). No sé que tipo de inteligencia o dignidad creativa mantenía a estos grupos vigentes, pero aún después de su gran momento mantenían un sabor propio, para ciertos paladares, hasta que de repente se volvieron demasiado digestibles, tan aceptables para todos como un pan tostado, e igual de dispensables para saciar el hambre musical más brava; demasiado…¿bien educados? Como si divertirse fuera un obstáculo para tener reputación.

No es que lo que Thom Yorke, Jonny Greenwood y el resto de la banda hacen siempre haya sido ligereza, más bien no falta quien al escuchar “Sail to the moon”, “Karma police” e incluso “Nice dream” pregunte “¿y ese por qué llora?”, así que serios han sido, a pesar de lo insufrible que puede resultar una banda de rock con poses de víctima o de poetas malditos. Pero a Radiohead se le perdona más que a cualquier otro toda esa revolcadera desconsolada de sus letras y sus aires de “profetas de la alienación de la tecnología moderna” -la cual emplean con entusiasmo para su beneficio al grabar discos-. ¿Por qué pasa uno esto por alto? No lo sé ¿Suenan verdaderos? ¿Nos han roto los esquemas? ¿Fue “Creep” demasiado “tripa”? La cosa es que nunca sonaban ni demasiado fáciles ni rebuscados; ahora, nos encontramos con el primer trabajo post OK Computer con el que luego de una primera duda uno se dice “vamos a escucharlo otra vez a ver qué tal”.

Yorke dijo hace un par de años de este disco que significaría un replanteamiento, que surgirían “como algo completamente diferente, irreconocible”, y en parte no mintió, aunque la verdad no es para tanto el drama. Este es un disco light con vena de piano bar y bossa nova de cámara…uno diría que para digerirse en relax. Esa mortificación existencial de la banda fue purgada y la experiencia final es tan amigable que hasta los padres y tíos de los fans regulares de la banda podrán encontrar placer en este trabajo. Y con el lamento se evaporaron las atmósferas de psicodelia desorientadora; lo alucinante aquí no existe más que en dosis pequeñas y moderadas, como si tuviéramos una ligera borrachera de vino y nada más. Los demonios huyeron como ante un chaparrón de agua bendita, los temores se superaron…Bien, eso es madurar, crecer, hacer las paces con uno mismo, pero ¿porqué codearse con lo conservador? In Rainbows tiene un lejano “tumbao” a pop adulto contemporáneo; yo casi me los imagino dentro de una década tocando con esos públicos que solemos ver en los conciertos de jazz fusión en pequeños anfiteatros y festivales musicales.

Suena a descarga, pero no lo es del todo. In Rainbows es un disco elegante, con cierta inspiración, pero carente del arrebato hipnótico de la banda; no suena peligroso ni amenazante…un universo musical “sin alarmas y sin sorpresas” como anhelaba Yorke. ¿Realmente lo deseaba? Luego de “15 steps” y su sorpresivo juego percusivo, uno espera un trabajo lleno de ideas inesperadas: un cambio repentino de ritmo, un efecto exorbitante aquí y allá, una cascada repentina de sonidos electro acústicos nunca antes escuchados. Pero el terreno es plano de allí en adelante, como si sobre una batería ligeramente repetitiva uno añadiera de cuando en cuando retazos de composición. Tiene su gracia el disco, y hasta puede pasar por enigmático y refinado a partes iguales; posee incluso muchos buenos arreglos y melodía, pero todo plano, sin marea sónica o emocional, salvo por el fallido “Bodysnatchers”, un nada inspirado intento por demostrar que aún son rockeros, pero que no es más que un mero riff guitarroso sin identidad, con una melodía a medio cocinar y muy repetitivo. Algo falta, algo falta.

A Favor: In Rainbows no es detestable ni aborrecible para nada y, por el contrario, es muy disfrutable. Con un poco de paciencia y condescendencia uno puede llegar a agarrarle cierto cariño incluso, y tomárselo como un abrebocas transitorio, para que la espera por buena música sea más soportable. El disco tiene cierto estilo propio, y gracias a Dios nuestros amigos no se “actualizaron” ensuciándose promiscuamente con el hip-hop ni el punk-pop ochentoso tan en boga -ese new new wave que es el pasaporte actual para hacerse con un buen contratito discográfico-. También fue sabio no intentar una “vuelta a las raíces” con un Pablo Honey II, pues demasiado ha pasado entre The Bends y este trabajo actual. Yorke suena delicado y muy, muy inspirado, vale la pena reconocerlo. Una vez que ha dejado de quejarse, se nos revela como una voz rica y flexible, hasta cálida; y algo muy importante: aún lejos del agotamiento. Es el reflejo exacto del rumbo que ha tomado la música de Radiohead dentro de toda la relativa monotonía y desorientación que parece amenazarlos. Radiohead aún se siente joven, aún nos resistimos a etiquetarlos, aún parecen esconder energía en bruto en algún recodo sonoro, por lo que el beneficio de la duda cabe como agradecimiento a tantos momentos únicos que nos han brindado en el pasado. Esperemos.

En Contra: Esto no es lo que esperaba uno, incluso aquellos que esperaban -y deseaban- lo inesperado. Poco de lo que fue distintivo en Radiohead, tomando incluso Pablo Honey, se da en In Rainbows con la presencia mínima necesaria. Nadie espera de estos tipos que hagan fórmula pero tampoco es cuestión de verlos haciendo remezclas junto a Timbaland. Es como si por las ansias de ser diferente o sorpresivo, un hábil dibujante zurdo se forzara a ser derecho. No sé que tan genuinas puedan ser estas ganas de reinvención, estos temas formaban parte regular del repertorio en vivo de la banda, ya existían, pero no habían cuajado en un trabajo; esto le da a In Rainbows cierto sabor a remiendo, como un b-sides compilation pulido lo suficiente como para darle brillo y uniformidad. No voy a decir que Radiohead debe exprimir hasta que no le quede talento los conceptos que dieron vida a sus últimas tres producciones, el cambio es bueno, pero ¿porqué siento que aquí se exigieron menos de lo usual? Incluso en los temas más trabajados o más fluidos uno siente que no se le sacó buena punta al asunto, que algo está por reventar, pero ese algo nunca se enciende.

Veredicto: Por aquello de que la esperanza nunca muere, yo mismo quise creer que los Radiohead estaban evolucionando a la manera como saltaron de OK Computer a Kid A, pero esto es como insistir en que tu ex pareja “te quiere pero no lo sabe” cuando ya ha dejado claro que no desea verte. Le he sabido encontrar la gracia y el gusto a In Rainbows, pero eso no quita que se quede corto; el disco se siente incompleto, su nuevo sonido no califica como “reinvención”, y el terreno que ahora pisan ya tiene demasiadas huellas. Ha sido una sorpresa preocupante descubrir esos repentinos ecos a Coldplay que parecen tener algunos de los temas, y en algún rincón hacia el final de “15 steps” creí por un momento escuchar a Sting y su “Shadows in the rain” (la versión de su debut solista, no la de The Police). Y quizás para compensar estos reveses de la inspiración se “inventaron” más bien una nueva manera de vender el disco.

Pero ni las estrategias de mercadeo ni las adornadas DiscBox de colección -cuyo precio no dejaron a la decisión del público- sustituyen lo perdido: antes, el sonido de
Radiohead te avasallaba sin disculpas, como si una ráfaga interestelar entrara en tu cabeza y lo expandiera todo, abriéndote los ojos como nunca antes, haciéndote sentir que habías nacido de nuevo y regresado para salvar el universo, a pesar del sinsentido del mundo. Ahora, sólo es buena música.

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