El romance es un género que fácilmente cae en el cliché. Hemos
visto miles de historias de chico y chica se conocen, pero son pocas las que
trascienden. El éxito recae en el delicado equilibrio entre el drama y la
ternura. Si abusamos de lo primero tenemos una novela, si se nos va la mano en
lo segundo tenemos una cinta llena de lugares comunes y momentos cursis
forzados. Safe Heaven, no es la
excepción a la regla y se transforma en una historia completamente edulcorada,
carente de conflicto y que terminará aburriendo hasta a las chicas más
sentimentales.
La historia comienza cuando Erin (Julianne Hough) huye a mitad de
la noche, perseguida por la policía, al haber cometido un crimen. Luego de
burlar a las autoridades en una parada de autobuses llega a un pueblo a
comenzar su vida desde cero. Se cambia el nombre a Katie y trabaja como mesera
en un restaurante. Adquiere una casa retirada del sitio y lentamente se establece
en el lugar. Un día, conoce a Alex (Josh Duhamel), un viudo que trabaja
llevando una tienda y gasolinera con sus dos hijos pequeños Josh (Noah Lomax) y
Lexie (Mimi Kirkland). Katie comienza a frecuentar a Alex, se gana el cariño de
sus hijos y lentamente surge un romance entre ambos. Paralelo a esto Tierney
(David Lyons), un policía obsesionado por encontrar a Katie por el supuesto
crimen que cometió, le sigue los pasos lentamente.
El problema principal de Safe
Heaven es la carencia absoluta de conflicto. Si algo hace que un romance
trascienda (tanto en la vida real como en la ficción) son los problemas que le
dan fuerza a la pareja para mantenerse unida. Lo que sobra en The Notebook (por hablar del mismo
autor), hace falta en Safe Heaven:
tenemos dos horas de planos bonitos, chico y chica sonriendo y felices. El
máximo problema que tienen los protagonistas son discusiones tontas y forzadas
entre ellos y que en algún momento uno de los hijos de Alex no acepta a Katie
por sentir que será su madre sustituta (conflicto que dura dos escenas y se
resuelve solo). La película nos expone a dos horas de postales románticas,
momentos cliché y sin ningún tipo de profundidad dramática. Soy un tipo
terriblemente cursi, pero Nicholas Sparks abusa de los lugares comunes y
termina aburriendo con más de lo mismo. El director, por otro lado, saca lo
mejor de los actores y las locaciones, opacando a un guión plano con una puesta
en escena hermosa. La premisa, trabajada de otra forma y en manos del mismo
director, daba para algo mejor.
Lo mejor: Julianne Hough es hermosa y la cámara saca provecho de esto. La
fotografía de la película (sumado a las locaciones: mitad bosque, mitad playa)
hace que cada plano sea atractivo. Algunas escenas románticas, aunque repetidas
mil veces en varias películas, son simpáticas gracias a la pericia del
director.
Lo peor: Su carencia de conflicto y, por ende, su excesiva duración. La
vuelta de tuerca del final: cambia por completo el código que la película venía
manejando. Que llegue a Venezuela antes que la película anterior de Lasse
Hallstrom (Salmon Fishing in the Yemen,
una historia que si valía la pena ver en pantalla grande).
Veredicto: Nicholas Sparks debería dejar de escribir y sacar películas
todos los años. Su carrera en la gran pantalla se inmortalizó gracias al
clásico instantáneo The Notebook,
pero en cada historia nueva que lleva a la cartelera va agotando más y más la
formula. El romance no son postales bonitas y frases cursis: nos hace falta
drama. Le doy 2/5.