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Paranormal Activity

Con "Paranormal Activity" volvemos a encontrarnos con la fórmula de The Blair Witch Project, pero potenciada en ridículo.

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Retrospectivamente, el mal cine tiene una historia más consistente que las pequeñas joyas del séptimo arte que pasan a la historia. Desde dramas melchosos sin trascendencia hasta simples monstruosidades efectistas al más puro estilo palomitero, el cine malo, siempre tendrá un lugar – y bueno – en la cartelera de cualquier país. Pero incluso el peor engendro fílmico posee algún mérito que resaltar: ya sea algún acierto fotográfico accidental o la pechonalidad de la chica que corre. No obstante, últimamente incluso ese cine malo tiene una fiera competencia en el cine “de autor documental” híbrido de dudosa procedencia que parece se pondrá de moda de ahora en más, si tomamos en cuenta el éxito taquillero de la nueva apuesta de un Spielberg experimental: “Paranormal Activity”.

Ya el fenómeno había sido probado con éxito en uno de los mayores timos de la década de los 90: The Blair Witch Proyect. Con un presupuesto ínfimo, Daniel Myrick y Eduardo Sánchez dirijieron un guión de su autoría bajo una técnica “novedosa”  que llamaron “La filmación del procedimiento”, que no consistía en otra cosa que tomar a tres desconocidos actores, arrojarlos a un bosque y asustarlos, grabando en 16 mm toda la supuesta y terrible aventura de los jóvenes sometidos al miedo, circunstancias extremas y por último al agobio de la paranoia. Pánico en masas: la película fue declarada el “epítome del terror” y recaudó casi 300 millones, convirtiéndola en la película más rentable de la historia
del cine. Un fenómeno que demostró cuan crédulo puede ser el público si se lo permiten y que tan malo puede ser un experimento astuto carente de sentido.

Como Hollywood no olvida fácilmente los buenos bocados, resulta extraño que la formula no se explotara antes. Pero finalmente, alguna lumbrera regresó sobre los pasos del “cine de procedimiento” y el efecto volvió a repetirse, si alguien lo dudaba.

Con “Paranormal Activity” volvemos a encontrarnos con la fórmula de la bruja, pero potenciada en ridículo: Esta vez, en lugar de tres confusos estudiantes, encontramos a una pareja, cuya cotidiana vida de aburridos ciudadanos del imperio, se ve alterada por una presencia inquietante. Como no podía ser de otra manera en estos tiempos de youtube – y a pesar de contradecir toda lógica – el marido decide que la solución al asunto es comprar un sofisticado equipo para intentar grabar el fenómeno. De manera que, la fórmula procedimental se repite con tintes claustofóbicos y tediosos hasta lo insoportable: planos medios y amplios de cada habitación, que terminamos conociendo al detalle, mientras la afligida pareja se pasea entre diálogos pop ridículos, conversaciones personales sin el menor interés y un lento acecho de “ESO” que espera en la oscuridad de la habitación…para abrir y cerrar la puerta y golpear a la indefensa damisela. Con todo, “Paranormal Activity” supera a su antecesora en una construcción argumental ligeramente más sólida y sobre todo, el hecho que la acción en ningún momento se pierde en la histeria pura que finalmente dominará la escena. Al final, la película nos dará uno que otro sobresalto y un buen susto que de tanto esperarlo nos hace agradecer con un suspiro de alivio: ahhhh no perdi mi dinero (si eres de los osados que decidió pasar por una sala de cine para disfrutar del séptimo arte).

Tal vez lo más interesante de la película sea su propia leyenda urbana publicitaria: de alguna manera que aun resulta tan misterioso como conveniente, el director Steven Spielberg encontró una copia del film original en la internet, estrenada en un festival menor en el año 2007 en Israel. Interesado por el “misterio” del film, el famoso director disfrutó la película en su lujosa sala de cine privado, donde al parecer le desconcertó y asustó de tal manera, que decidió comprar los derechos a su novel director Oren Peli, un israelí sin formación cinematográfica. ¿Resultado? Un
super éxito de taquilla basado en el morbo y nuestra ilimitada capacidad de asombrarnos con lo obvio y dejarnos llevar por los fenómenos en masa de escasa repercusión visual.

Pero tal vez allí esta lo interesante de todo el asunto, ¿no es así?

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